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¿Quién toma el relevo?

En la formación para intérpretes siempre se hace hincapié en la necesidad de transmitir el mensaje del orador en la lengua de llegada y no sus palabras. De hecho, precisamente por eso nuestra profesión se llama interpretación y no “traducción oral palabra por palabra”, porque se presupone que, una vez que el intérprete capta el mensaje original, lo asimila y lo adapta a su público, teniendo en cuenta las condiciones en las que el orador transmite el mensaje, véase velocidad , frases inacabadas, redundancias…

Durante la formación también se trataba mucho sobre el tema del relais, esto es, la interpretación que se realiza a partir de la interpretación de un compañero y, aunque todos en este mundillo conocemos este concepto, es cierto que las circunstancias del mercado actual no suelen fomentar este tipo de prácticas (principalmente porque las reuniones son cada vez más reducidas y se suele utilizar una única lengua extranjera, o como máximo dos). No voy a referirme a la interpretación para instituciones europeas, donde sí que utilizan mucho esta práctica para interpretar desde/hacia lenguas minoritarias, sino a la situación del mercado privado en España, que es donde tengo más experiencia.

Es muy fácil caer en la trampa que nos tienden las palabras del orador, que a menudo nos obsesionan hasta el punto de querer decirlo todo exactamente igual, pero no hay que perder de vista que, en caso de ser la cabina principal (esa de la que los compañeros toman el “relevo” para poder realizar su interpretación) nuestro público cambia, por lo que debe también cambiar nuestro mensaje y la forma que tenemos de expresarlo.

Hace poco estuve interpretando en un gran evento en el que tuvimos que trabajar en relais y pude darme cuenta de lo fácil que es caer en el olvido y dejar de lado las técnicas aprendidas en lo que a rendición del mensaje se refiere y olvidarse del público que nos está escuchando. Se trataba de una conferencia multilingüe a la que asistían participantes de, al menos, 5 países de Europa más algunos de Estados Unidos, por lo que toda la inversa tenía que hacerse a partir de la interpretación al español del discurso original. Como en la mayoría de los casos, el resultado fue bueno, ya que los compañeros eran muy profesionales y al final siempre saben sacar las castañas del fuego, pero no pude dejar de advertir la situación de agotamiento en la que nos encontrábamos todos y esto se debe a varios factores:

No son solo palabras: cuando el orador hablaba no dejaba escapar solo palabras, sino que transmitía un mensaje. El mensaje puede transmitirse de infinitas maneras posibles, siempre que se haga bien y que el público receptor lo entienda, pero cuando tienes “a tu cargo” a compañeros que trabajan en relais las palabras no bastan, el mensaje debe ser preciso y claro. Podría haberse dicho mejor, sí, pero ya está dicho, y volver a retomar una y otra vez la frase anterior para intentar mejorarla y embellecerla solo causa confusión en los compañeros.

Hay limitaciones temporales: igual que la subtitulación no es doblaje, porque tiene una limitación espacial, la interpretación no es traducción porque tiene una limitación temporal. Y enlazando con el punto anterior no se puede estar retomando la misma idea una y otra vez hasta decirla perfectamente ni expresar todos los detalles con las mismas palabras que el orador: HAY QUE SER CONCISOS. “Fui a mi médico a que me recetara pastillas” envía el mismo mensaje que “fui al médico de cabecera a que me recetara pastillas”, pero en menos tiempo; “son las dos y diez y nos vamos a comer” es igual que “son las dos y diez de la tarde y nos vamos a comer”, aunque hay una gran diferencia entre la primera y la segunda: el compañero que interpreta este mensaje en relais seguro que lo hará mejor si le enviamos el primero , porque no acabará su intervención 15 minutos después que el orador, cuando ya todos los asistentes se han quitado los auriculares.

No hay que aclarar: si el mensaje ha quedado claro (y debería haber quedado claro porque esa es nuestra misión) no se deberían hacer aclaraciones. “A quarter” es “un cuarto”, no “un cuarto, osea, el 25 %”. Creo que imagináis por qué, así que no voy a repetirme.

Y por supuesto la más importante, nunca, nunca, nunca, aunque el ponente se esté haciendo un lío, se puede dejar una frase sin acabar. Puede que los que escuchen el original lo entiendan, porque tienen un mensaje no verbal que acompaña a las palabras, pero el receptor de la interpretación, sobre todo el que escucha el relais, para cuando recibe el mensaje no tiene referencias no verbales de lo que se acaba de decir, ya que los gestos, al igual que las palabras, tienen su momento y una vez pasado dejan de tener sentido. Por lo que, o se termina la frase, o aquí no se entera nadie.

Creo que son ideas muy sencillas y no estoy inventando nada nuevo, simplemente creo que no está demás hacer un breve recordatorio de algunos puntos que se deben tener en cuenta cuando se trabaja con compañeros en “relais”, ya que nuestra misión es facilitar la comunicación, y muchas veces con el ánimo de facilitar complicamos a los compañeros sin darnos cuenta y lo que se gana por un lado se pierde por otro. Solo trabajando bien en equipo se pueden conseguir los mejores resultados.

El intérprete sostenible

sostenibilidadÚltimamente casi todos los congresos que tengo que interpretar, para uno u otro sector, tratan de sostenibilidad (ese concepto tan difuso y a la vez tan trillado que ha acabado filtrándose en el vocabulario habitual de nuestra sociedad) y de cómo adaptarse a los retos del mundo globalizado, ejerciendo el menor impacto posible en el entorno y, por supuesto, en el planeta. Desde los sectores más tradicionales hasta el de las nuevas tecnologías todos buscan formas de reducir el consumo de recursos y su impacto sobre la naturaleza para no acabar agotando todos los recursos del planeta, sin perder, con ello, eficiencia.

Esto es hasta cierto punto lógico, pues somos muchos los que aquí vivimos y se supone que debemos preservar la fuente de nuestro sustento para que las generaciones venideras puedan vivir en un entorno saludable. Podemos pensar que el trabajo de intérprete en sí no ejerce una gran presión sobre el planeta, pero si tenemos en cuenta la cantidad de horas/días que pasamos delante de nuestros dispositivos electrónicos preparando algún congreso y de los materiales que utilizamos a lo largo de una jornada en nuestras oficinas podemos ser conscientes de que, como cualquier otra actividad profesional, dejamos una huella de carbono que podría reducirse con poco que queramos hacer.

Por eso, y aunque parezcan bastante obvios, he decidido recopilar tres trucos muy básicos que nos pueden ayudar a los intérpretes a reducir nuestra huella ecológica en el transcurso de nuestro trabajo:

Reutiliza – recicla: muchos ya se han pasado a la tablet como soporte para tomar notas, pero si todavía eres de los que utilizan libretas de papel ya sabemos que, al acabar por un lado, siempre queda el otro. Hay quien dice que las notas antiguas se pueden transparentar y confunden, pero sin dramatismos, por favor, que hasta donde yo sé, la tinta todavía no es corrosiva. Utilizar libretas de notas hechas de papel reciclado es un plus y eso sí, al acabarla, siempre mejor tirarlas al contendor de papel que mezclarla con el resto de basuras.

Usa el transporte público para ir a los congresos: o, si esta opción es poco factible siempre se puede intentar quedar con el compañero de cabina para ir juntos al lugar de la interpretación. En muchas interpretaciones de acompañamiento, en las que vienen delegaciones a visitar algún lugar en concreto, a menudo el cliente pone a disposición del grupo un autobús que los lleve directamente desde el hotel hasta el lugar que vayan a visitar y no es extraño que en estas ocasiones ofrezcan al intérprete la posibilidad de viajar con ellos. Esto, además de ser una ventaja medioambiental, proporciona al intérprete algunos minutos valiosísimos para estar con las personas a las que interpretará y conocerlas un poco mejor, ver qué acento tienen, a qué velocidad hablan… vamos, una dosis extra de preparación antes de entrar en faena.

No imprimas los glosarios si no es necesario: para la mayoría de los encargos en cabina hacemos uso de nuestro ordenador personal/tablet, por lo que podemos consultar nuestros glosarios tantas veces como queramos sin necesidad de imprimirlo, e incluso compartirlo con el compañero con un solo click. Esto tal vez no se pueda llevar a cabo en visitas guiadas u otras situaciones de interpretación en las que el intérprete no cuente con un puesto fijo, pero en estos casos siempre cabe la posibilidad de imprimirlos sobre folios en sucio y, si esto no fuera posible, intentarlo en papel reciclado. Esto también se aplica a interpretaciones en las que te pasan la documentación a última hora, siempre es mejor pedir el discurso escrito de un ponente en formato virtual y poder mirarlo en la pantalla de tu ordenador que tener que imprimirlo. Además, supone un ahorro de espacio considerable en cabina, donde después de una jornada de interpretación, pueden haber tantas cosas acumuladas que falte sitio para el propio intérprete.

Estos tres pasos básicos son un granito de arena para reducir nuestro impacto global sobre el medio ambiente. Por supuesto se puede hacer mucho más, pero no creo que sea mi misión venir a dar una charla sobre los métodos de medición de la huella de carbono individual en el desarrollo de nuestra actividad profesional. Un poco de concienciación unido a otro poco de voluntad ya pueden hacer mucho, y estoy segura de que poniendo entre todos de nuestra parte podremos crear un medioambiente más saludable para todos.

Se aceptan sugerencias 🙂

Hay vida más allá de los exámenes

Ayer, mirando las estadísticas del blog, descubrí con absoluta perplejidad qué es lo que ha llevado a la mayoría de los lectores que han llegado por casualidad a él a entrar y leer lo que escribo y aún después de una noche entera de sueño y un largo desayuno cargado de reflexiones no consigo salir de mi asombro. Esperaba a futuros intérpretes llenos de dudas, profesionales aburridos que quisieran entretenerse con anécdotas de principiantes y me entristeció mucho ver cómo los términos más tecleados en Google por los que los alumnos han llegado a mi blog han sido “cómo controlar los nervios antes de un examen” en sus múltiples facetas.

No quisiera parecer frívola ante la situación de los millones de estudiantes de lengua española que se examinan cada año en sus respectivos países, pero antes de que se me empiecen a arrojar cuchillos sin leer al menos mi humilde opinión me gustaría expresar abiertamente (para eso escribo el blog) porqué esa búsqueda en concreto me parece una soberana estupidez.

El concepto mismo de “examen” es el de una prueba que nos debe mostrar si estamos aptos o no para realizar una determinada tarea con fines a conseguir un objetivo (ya sea profesional o intelectual). No aprobar un examen significa SIMPLEMENTE que la persona que quiere llevar a cabo dicha tarea no está preparada para hacerlo. Y desde mi punto de vista, cada vez que un alumno suspende un examen la humanidad puede dormir tranquila. Pensad por un segundo en el examen de conducir o en un examen de medicina. ¿A quién se favorece dándole en carnet de conducir a una persona que pasado mañana se olvidará de dónde está el pedal de freno? Vivimos en un mundo en el que se nos mete en la cabeza que el examen es un fin en sí mismo, no un medio para conseguir lo que está al otro lado. El que fracasa en un examen ha fracasado en su objetivo, porque su objetivo era aprobar el examen, ¿os dais cuenta del absurdo? Sentir temor, incluso miedo, ante la incertidumbre es algo intrínseco de la especie humana, pero los ataques de pánico que he visto a mi alrededor en los últimos años bien se merecen un buen guantazo.

“Qué fácil parece todo, dicho así, ni que tu nunca hubieras hecho un examen”, pensarán algunos. Pues sí, he sido (y soy, de hecho, debido a mi profesión) alumna; y además he tenido la suerte de ser profesora. Y creedme, no hay vuelta de hoja.

Algunos se justificarán diciendo que cada alumno tiene sus propias circunstancias personales, además de las académicas, que le influyen y agravan su estado de nervios antes de un examen. ¿Cómo puedes saber tú, María, sentada tras la pantalla de tu ordenador, la situación económica de mis padres, que se esfuerzan en pagarme la carrera y necesitan que apruebe porque ese esfuerzo ya ha empezado a asfixiarnos? ¿o que estoy a punto de enfrentarme a la prueba que me abrirá las puertas del sueño de mi vida? Que sí, que sí, que tenéis razón, que cada uno tiene su vida y cada vida es diferente. Sinceramente, ¿no valía la pena que el día aquel que en vez de sentarte a estudiar te fuiste con tus amigos de fiesta no te lo hubieras pensado dos veces? ¿Es mejor, entonces, que estés ahora sufriendo un ataque de nervios por una decisión que no fue la correcta? Porque admítelo, si estás nervioso es porque sientes que no estás del todo preparado para aprobar y, si no estás preparado para aprobar es porque en tu fuero interno sabes que podrías haber hecho más y no lo hiciste; entonces ¿de qué nos lamentamos?. Nuestra vida son decisiones y los éxitos o fracasos que ocurran en ella son las consecuencias de tales decisiones.

Cuando salimos al mercado laboral o, ni siquiera hace falta irse tan lejos, cuando llegamos a la universidad, por ejemplo, nos encontramos con una sociedad cada vez más preparada y elitista. En este mundo hay cada vez menos sitio para los mediocres, por no mencionar siquiera a aquellos que han hecho tal o cual cosa sin mucho interés, por el simple hecho de que tal camino ofrece buenas perspectivas económicas o es que a mis padres les gustaba que estudiara esto. Entonces, ante el terror que infunde la perspectiva de un suspenso ¿no es mejor pensar en el riesgo de no estar preparado?. Pensad de nuevo en el examen de conducir, por favor. Es así de simple, no importa si hemos aprobado o no, lo que importa es que si no damos la talla una vez aprobados estamos jodidos mal vamos. Y creedme, fuera del ámbito de los estudios las segundas oportunidades son más bien escasas. Los coches van a seguir existiendo, por lo que, en caso de suspender, siempre habrá una segunda oportunidad. Somos humanos, nos equivocamos y tomamos decisiones que no siempre son las correctas, pero ¿sabéis qué es lo bueno de esto?. Que nada es definitivo y que siempre podemos volverlo a intentar. Los hay, por supuesto, que deben los nervios a su situación económica (“no me puedo permitir suspender este examen”), pero, en la gran mayoría de los casos, el miedo que nos provoca el suspenso es, simplemente, el daño que vamos a infligir a nuestro ego. Porque vamos a ser sinceros, tenemos una edad en la que papá ya no nos va a castigar sin salir por haber suspendido ni mamá va a pegarnos con la zapatilla por las malas notas. Lo único que puede pasar es que “perdamos la oportunidad”. Perdamos la oportunidad de entrar en esa carrera, de realizar tal o cual trabajo o de aprobar esta o aquella asignatura. Pero me reitero, ¿qué oportunidad pierde aquel que no está preparado?, ¿qué oportunidad pierde, por ejemplo, el aspirante a intérprete que no aprueba el examen de fin de máster? ¿La de trabajar en la Comisión? ¿La de salir del máster a hombros y por la puerta grande? La única oportunidad que pierde el que no ha aprobado es la de quedar en ridículo ante colegas y clientes y la de dar un batacazo tras el que difícilmente podrá levantarse; ¿no es mejor pensar que si no se está preparado ahora ya se estará en la siguiente convocatoria?

A todos aquellos que no se sienten preparados, que están bajos de ánimos o que están tensos pensando en cómo hacer para aprobar el examen os digo: estudiar cuanto y como podáis, llegad al examen seguros y confiados por lo que habéis asimilado y lo que no que no os de miedo, porque por mucho miedo que sintáis ya no lo vais a asimilar; hacedlo lo mejor que podáis y, si por casualidad no aprobáis, tranquilos, no es el fin del mundo. Nadie os juzgará por haberlo intentado, no se os cubrirá de laureles por aprobar ni se os señalará con el dedo si suspendéis. La vida en sí misma es un proceso de aprendizaje en el que no se aprende todo a la primera.

BUENA SUERTE

(Dedicado especialmente a mis hermanos, MªLuisa y José María, que en estos días estarán realizando sus exámenes de selectividad)

6 cosas que no debes hacer si quieres ser intérprete de conferencias

Hace ya un tiempo que recibo consultas por parte de profesionales y estudiantes a los que les gustaría adentrarse en el mundo de la interpretación de conferencias y no saben muy bien por dónde empezar. Para mí no resulta ningún problema compartir mis experiencias y aconsejar, en la medida de lo posible, basándome en lo que he vivido. Sin embargo, yo también soy humana y como humana me equivoco. Hace unos días me descubrí en casa cayendo en una práctica muy poco profesional que, de haberme ocurrido en público o durante el tiempo que cursé el máster me hubiera acarreado una buena bronca por parte de algún profesor.

Y es que a menudo nos centramos en lo que debemos hacer para ser buenos intérpretes y dejamos de lado la cuestión, no menos importante, de lo que no debemos hacer. Por eso considero que no está demás hacer un breve repasito de las conductas negativas que pueden perjudicar nuestra labor como intérpretes de conferencias.

  1. Trasnochar: amigos de la noche, tanto si bebéis como si no, aparecer en cabina por la mañana con “cara de ayer” y olor de taberna no va a ayudaros nada profesionalmente y dañará sobremanera vuestra imagen profesional. El cuerpo puede aguantar, pero las neuronas necesitan descansar. Aún no he conocido a nadie que haya sido capaz de interpretar un discurso de forma medianamente coherente después de una noche en blanco (esto se aplica también a los estudiantes que se quedan repasando discursos hasta altas horas el día previo al examen). Y por si existen excepciones a la regla no voy a ser yo quien experimente.
  2. Usar perfumes antes de entrar en cabina: no me malinterpretéis, estoy totalmente a favor de mantener unas reglas básicas de higiene corporal (que incluyan, por supuesto, mantener el cuerpo limpio y perfumado), pero quien sabe lo que es estar en una cabina durante más de una hora, con un colega al lado, liberando ambos la adrenalina y el sudor propios del estrés de la profesión, entenderá perfectamente que bloquear las fosas nasales con un intenso “Chanel nº 5”, por muy agradable que su olor en otros espacios pueda ser, va a traer más de un dolor de cabeza (en sentido literal). Y vamos a ser sinceros, que el intérprete salga desmayado de cabina no da muy buena impresión que digamos.
  3. Usar palabras malsonantes: -Pero, ¿si estoy en casa viendo el fútbol y el árbitro se porta como un hijo de … y no pita una falta?. Pues llámalo malnacido, desgraciado, hijo de mala persona o cuantas otras formas originales de no dañar los oídos ajenos se te vengan a la mente. En una situación de estrés, como las que suelen vivirse interpretando, muy a menudo nuestra mente nos traiciona y nos da alguna respuesta automática. Es normal, nuestro cuerpo funciona por estímulos. Y lo que no se corrige fuera, es muy difícil de corregir dentro de la cabina. A eso hay que añadir que en la gran mayoría de los casos estaremos interpretando a personas con un nivel educativo y social elevado (que sí, también pueden perder los papeles, pero nunca acabarán tirándose de los pelos como marujas de barrio). El español es una lengua muy rica y el intérprete, por naturaleza, un profesional muy imaginativo. Siempre podemos mandar a freír espárragos o a hacer puñetas, pero por favor, si eres de los de blasfemar en público, empieza a trabajar en las modificaciones en tu vocabulario desde ya.
  4. El cafelito antes de interpretar: Los amantes del café se llevarán las manos a la cabeza y dirán que tampoco hay que ser exagerados, que un café tampoco hace daño a nadie. A ver, como he dicho antes, yo también me equivoco. Pero tened en cuenta lo siguiente, imaginemos la situación descrita anteriormente con el perfume: el intérprete de conferencias X llega con tiempo al lugar de la interpretación y como se siente un poquito cansado decide tomarse un café para estar a tope durante la interpretación. Se encuentra en el punto álgido de la liberación de adrenalina y sudor mencionada anteriormente con el añadido de que, el café, por si todavía hay alguien que no lo sepa, tiene efectos laxantes. Pensadlo por un momento: vuestro compañero de cabina os lo agradecerá.
  5. Fumar: ¿Y lo bonito que queda interpretar al “Presi” o al Rey con voz de camionero?. Por no mencionar lo útil que es apretar el botón de mute cada 5 segundos para poder toser o esa agradable sensación de ir quedándonos sin aire poco a poco mientras interpretamos a ese parlamentario vehemente que critica sin parar la gestión de su adversario hasta hincharse como un globo a punto de explotar. Creo que a este punto le sobran las explicaciones. Fumadores, si queréis ser intérpretes de conferencias, ya tenéis la excusa perfecta para acabar con el vicio. Vuestra salud y vuestro bolsillo os lo agradecerán.
  6. La cervecilla entre horas/cervecilla durante las comidas: ¿También la cerveza?. Hombre, a menos que tengas la jornada laboral perfecta, de 9 a 3, y puedas irte a casa a descansar todas las tardes, ya me dirás. Si con el café nos ponemos como nos ponemos, tenemos en cuenta que el almuerzo nos dejará con sueño para la interpretación de la tarde y encima le añadimos, para favorecer la digestión, “una cruhcampo bien frehkita que ehtamos a 38 grados a la sombra”, vamos a tener que hacer turnos con el compañero de cabina para ir durmiendo la siesta por etapas. O eso o mantener el tipo hasta el final y salir a celebrar el fin de la jornada con una o varias (ojo, sin trasnochar que las neuronas se resienten).

Estos consejos pueden parecer, a simple vista, obvios, pero no es extraño que se nos pasen por alto en alguna que otra ocasión. Sé que me dejo mucho en el tintero y espero que con vuestras aportaciones pueda acabar realizando el decálogo del buen intérprete de conferencias. Pero, por el momento, creo que estos puntos dan para reflexionar un poco.

Desvío de llamadas

Esta entrada no tiene mucho que ver con la traducción, pero como está basada en hechos reales me pareció interesante compartirla.

Hace un par de días mi madre me llamó porque una chica de una empresa de Londres estaba intentando contactar conmigo para una traducción urgente y mi móvil no estaba localizable. A ella no se le ocurrió decir que ya no vivía en aquella casa, por lo que los intentos por llamarme al teléfono fijo son vanos, como tampoco se le ocurrió darle mi usuario de skype o mi teléfono alternativo.La chica no me escribió y no he tenido noticias de ella (hecho que me da especial rabia porque quien me conoce sabe que paso más tiempo del aconsejable por los médicos frente al ordenador).

Por ello, basándome en la experiencia de una profesora y compañera intérprete decidí activar el desvío de llamadas de skype. Es un mecanismo muy simple y lo único que necesitáis es tener crédito en vuestra cuenta, ya que la llamada os la cobrarán a vosotros y no a quien os llame. De esta forma, si alguien con quien os comunicáis habitualmente por skype necesita urgentemente localizaros y no estáis online, solo con pulsar el icono de vuestro usuario os llamará al teléfono que hayáis predeterminado, sin ningún tipo de coste para él/ella.

Para activarlo tenéis que ir a tools>options>calls>call forwarding y activar la casilla que dice «forward my calls to:» seguido de vuestro número de teléfono.

Yo espero que me funcione y no tener que perder un buen encargo en un día que tengo libre solo porque mi móvil esté de huelga. Espero que a vosotros también, ya me contaréis.